Saltillo, Coahuila. Alejandra y su papá llegan a la Ciudad de México
dejando atrás su vida en Puerto Vallarta, con toda la intención de
comenzar de nuevo. Allá en su antiguo hogar pretenden dejar los
recuerdos, la tristeza, el luto y la muerte, allá se queda Lucía, quien
tras su fallecimiento luego de un accidente automovilístico, cambió la
vida de su esposo y su hija para siempre. Ahora tendrán que lidiar con
su ausencia y el monstruo en que se convierte esta nueva ciudad.
“Después
de Lucía” es algo más que una cinta sobre el “bullying”. La segunda
película del director mexicano Michel Franco es una experiencia que se
mete a los sentidos por medio de un lenguaje cuidado, que habla mucho
más con todos los largos silencios y diálogos aparentemente triviales.
Lo que dice, lo hace con lo que calla, con lo que no muestra, con lo que
queda detrás de las puertas, del otro lado a donde la cámara decide
premeditadamente no meterse.
Ganadora del premio “Una Cierta
Mirada” en la pasada edición del Festival de Cine de Cannes y una
mención especial en la sección “Horizontes Latinos” en el Festival de
San Sebastián, la película tiene como centro de su oscuro corazón el
tema del “bullying”. Sin embargo, el abuso de los estudiantes contra
Alejandra (Tessa Ia), no pretende ser una temática moralista, que busque
culpables y señale una problemática social de la manera más cursi y
convencional. La película sólo muestra, con una dirección casi
impersonal, lo que sucede y deja que el espectador sienta casi en carne
propia lo que sucede.
La cinta no es fácil de verse. “Después de
Lucía” es contada con tomas largas y abismales silencios que se alejan
de los convencionalismos del cine más comercial, pero esto no la vuelve
aburrida. La historia se sumerge cada vez más en este oscuro hoyo y va
aumentando la intensidad poco a poco, acelerando con su propio ritmo los
latidos del corazón de quien la vea. El padre, Roberto (Hernán
Mendoza), también carga con este luto, y aunque no es el personaje
principal, se vuelve un pilar importante, cuyo dolor también es casi
palpable.
Una larga toma desde dentro de un automóvil, viendo
apenas el rostro de Roberto, abre la película y sin decir una palabra,
nos mueve a pensar todo lo que debe estar pasando por su mente. Ahí en
la cabeza del padre se encuentra un nombre, Lucía. Un nombre que apenas y
es mencionado durante la película, pero que es el móvil principal de
todo lo que sucede. Roberto lucha por mantener un trabajo estable, con
los sentimientos de furia a flor de piel, dispuestos a salir a la más
mínima provocación. Y aunque su maravillosa relación con su hija es lo
único que le queda, es, sobre todo, un padre ausente.
¿La
moraleja? No hay moraleja, uno puede construirla bajo su propio criterio
y analizarla si así lo desea, pero la historia no busca más que remover
en el público sensaciones incómodas. La vida de una estudiante que
viene del dolor de haber perdido a su madre y llega a una ciudad que
desconoce, sumergiéndose en un torbellino. Quien vea la película sentirá
el dolor como propio, gracias a que Michel Franco no busca tener una
postura definida respecto a esta problemática, sino que prefiere dejar
que su filme se cuente a sí mismo.
Las imágenes y los diálogos se
mueven con tal fluidez que parece que estamos ante una cinta documental.
La realidad retratada no podría ser más natural, los diálogos no son
forzados, son breves, son concisos, reales y crudos. Es por ello que
cuando el abuso sexual y psicológico sufrido por la protagonista
comienza a meterse, llega, como se muestra en la cinta, como una
cachetada: impactante y dolorosa. El mencionado “bullying” aparece sin
pedirle permiso al espectador, dejándolo que él mismo sea Alejandra y
viva como ella, sufra y contenga las lágrimas como ella, prefiriendo
callar su dolor y retenerlo en un nudo en la garganta.
La película
habla sobre los impulsos humanos de estos dos personajes, desamparados
en un mundo que parece una tierra hostil. La tierra que quedó ante ellos
después de la muerte de Lucía, el mundo desolado y sin esperanza, donde
parece que encajar será completamente imposible para ellos. La cinta es
un callejón sin salida que encierra el espectador, lo rodea de paredes
sucias y le muestra la dificultad de salir adelante, de no poder con las
cargas emocionales que caen como ladrillos sobre los personajes. Es un
reto y una confrontación, no es una cinta para sentirse bien, es una
cinta para cuestionar nuestra propia naturaleza.
El Dato
“Después de Lucía” es la segunda película del director mexicano Michel Franco.
La cinta ganó el premio “Una Cierta Mirada” en el pasado Festival de Cine de Cannes.
El filme recibió una mención especial en la sección “Horizontes Latinos” del Festival de Cine de San Sebastián.
Fue seleccionada como representante de México como posible nominada en la próxima entrega de los premios Oscar y Goya.
Franco anteriormente había dirigido “Daniel & Ana” (2009).
http://www.vanguardia.com.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario