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viernes, 19 de octubre de 2012

'Después de Lucía': Una cruda realidad


Saltillo, Coahuila. Alejandra y su papá llegan a la Ciudad de México dejando atrás su vida en Puerto Vallarta, con toda la intención de comenzar de nuevo. Allá en su antiguo hogar pretenden dejar los recuerdos, la tristeza, el luto y la muerte, allá se queda Lucía, quien tras su fallecimiento luego de un accidente automovilístico, cambió la vida de su esposo y su hija para siempre. Ahora tendrán que lidiar con su ausencia y el monstruo en que se convierte esta nueva ciudad.
“Después de Lucía” es algo más que una cinta sobre el “bullying”. La segunda película del director mexicano Michel Franco es una experiencia que se mete a los sentidos por medio de un lenguaje cuidado, que habla mucho más con todos los largos silencios y diálogos aparentemente triviales. Lo que dice, lo hace con lo que calla, con lo que no muestra, con lo que queda detrás de las puertas, del otro lado a donde la cámara decide premeditadamente no meterse.
Ganadora del premio “Una Cierta Mirada” en la pasada edición del Festival de Cine de Cannes y una mención especial en la sección “Horizontes Latinos” en el Festival de San Sebastián, la película tiene como centro de su oscuro corazón el tema del “bullying”. Sin embargo, el abuso de los estudiantes contra Alejandra (Tessa Ia), no pretende ser una temática moralista, que busque culpables y señale una problemática social de la manera más cursi y convencional. La película sólo muestra, con una dirección casi impersonal, lo que sucede y deja que el espectador sienta casi en carne propia lo que sucede.
La cinta no es fácil de verse. “Después de Lucía” es contada con tomas largas y abismales silencios que se alejan de los convencionalismos del cine más comercial, pero esto no la vuelve aburrida. La historia se sumerge cada vez más en este oscuro hoyo y va aumentando la intensidad poco a poco, acelerando con su propio ritmo los latidos del corazón de quien la vea. El padre, Roberto (Hernán Mendoza), también carga con este luto, y aunque no es el personaje principal, se vuelve un pilar importante, cuyo dolor también es casi palpable.
Una larga toma desde dentro de un automóvil, viendo apenas el rostro de Roberto, abre la película y sin decir una palabra, nos mueve a pensar todo lo que debe estar pasando por su mente. Ahí en la cabeza del padre se encuentra un nombre, Lucía. Un nombre que apenas y es mencionado durante la película, pero que es el móvil principal de todo lo que sucede. Roberto lucha por mantener un trabajo estable, con los sentimientos de furia a flor de piel, dispuestos a salir a la más mínima provocación. Y aunque su maravillosa relación con su hija es lo único que le queda, es, sobre todo, un padre ausente.
¿La moraleja? No hay moraleja, uno puede construirla bajo su propio criterio y analizarla si así lo desea, pero la historia no busca más que remover en el público sensaciones incómodas. La vida de una estudiante que viene del dolor de haber perdido a su madre y llega a una ciudad que desconoce, sumergiéndose en un torbellino. Quien vea la película sentirá el dolor como propio, gracias a que Michel Franco no busca tener una postura definida respecto a esta problemática, sino que prefiere dejar que su filme se cuente a sí mismo.
Las imágenes y los diálogos se mueven con tal fluidez que parece que estamos ante una cinta documental. La realidad retratada no podría ser más natural, los diálogos no son forzados, son breves, son concisos, reales y crudos. Es por ello que cuando el abuso sexual y psicológico sufrido por la protagonista comienza a meterse, llega, como se muestra en la cinta, como una cachetada: impactante y dolorosa. El mencionado “bullying” aparece sin pedirle permiso al espectador, dejándolo que él mismo sea Alejandra y viva como ella, sufra y contenga las lágrimas como ella, prefiriendo callar su dolor y retenerlo en un nudo en la garganta.
La película habla sobre los impulsos humanos de estos dos personajes, desamparados en un mundo que parece una tierra hostil. La tierra que quedó ante ellos después de la muerte de Lucía, el mundo desolado y sin esperanza, donde parece que encajar será completamente imposible para ellos. La cinta es un callejón sin salida que encierra el espectador, lo rodea de paredes sucias y le muestra la dificultad de salir adelante, de no poder con las cargas emocionales que caen como ladrillos sobre los personajes. Es un reto y una confrontación, no es una cinta para sentirse bien, es una cinta para cuestionar nuestra propia naturaleza.
El Dato
“Después de Lucía” es la segunda película del director mexicano Michel Franco.
 La cinta ganó el premio “Una Cierta Mirada” en el pasado Festival de Cine de Cannes.
El filme recibió una mención especial en la sección “Horizontes Latinos” del Festival de Cine de San Sebastián.
Fue seleccionada como representante de México como posible nominada en la próxima entrega de los premios Oscar y Goya.
 Franco anteriormente había dirigido “Daniel & Ana” (2009).

http://www.vanguardia.com.mx

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