El cineasta, actor y cantante argentino Leonardo Favio llevaba años
enfermo de polineuritis, lo que le dificultaba desplazarse, pero no fue
hasta ayer, a los 74 años de edad, cuando una neumonía lo terminó
venciendo. Considerado uno de los mejores directores de cine de la
historia argentina, Favio falleció en Buenos Aires, sin poder terminar El mantel de hule, que iba a recordar su infancia de pobreza en la provincia de Mendoza. Será homenajeado siempre por sus películas Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más… (1966), considerada la mejor de su carrera; Nazareno Cruz y el lobo (1975), el filme más taquillero de la historia argentina, con más de tres millones de espectadores, y Gatica, el mono,
la historia de un boxeador peronista que ganó el Goya a la mejor
película extranjera en 1994. También quedará en la memoria de los
latinoamericanos que lo seguían por sus canciones como Fuiste mía un verano y Ella ya me olvidó.
Favio fue uno de los artistas que interpretó como nadie el fuerte
lazo del peronismo con la sociedad argentina, un fenómeno cultural, más
allá de lo político. Como militante ferviente, organizó el acto de
bienvenida del expresidente argentino Juan Domingo Perón a su país en
1973, después de 18 años de exilio, pero la fiesta para dos millones de
personas quedó frustrada por el enfrentamiento armado de los peronistas
de derecha contra los de izquierda. Entre 1996 y 1999 rodó el documental
Perón, sinfonía del sentimiento. En una entrevista con La Nación,
señaló lo que descubrió haciendo esa película: “La evidencia de que no
teníamos un país, sino una verdadera colonia. Y que finalmente se
construyó un país real. También, la fuerza que tuvieron los imperios que
lograron destruir este país. Pero, sobre todo, ver un país posible en
la capacidad de apostar a la solidaridad y el respeto por el hombre”.
Había nacido en Luján de Cuyo, en la periferia de Mendoza, en 1938
bajo el nombre de Fuad Jorge Jury. Su padre abandonó la familia cuando
Fuad era pequeño. Se crió con su madre, la escritora y locutora de radio
Manuela Olivera, y llegó a estar preso cuando era menor de edad. Como
muchos niños pobres, jamás olvidó la obra social del Gobierno de Perón
(1946-1955). En Mendoza se inició como actor de radioteatro y después se
marchó a Buenos Aires para cumplir con el servicio militar. En la
capital, con el nombre artístico de Leonardo Favio, comenzó su carrera
de actor en las películas de Leopoldo Torre Nilson, como El secuestrador (1958), La casa del ángel (1960) y Fin de fiesta (1961).
Favio ganó fama como actor, pero quiso explorar la tarea de guionista y director. Rodó un cortometraje en 1960, El amigo, pero recibió el aplauso de la crítica con su segunda producción, el largometraje Crónica de un niño solo, cuatro años más tarde. A partir de entonces se transformaría en un cineasta de culto en Argentina.
Pero no solo del cine vivía Favio. La canción “me permitió vivir con
dignidad”, confesaba. En los sesenta y setenta explotó su veta de
cantante romántico, y en las clases populares de Latinoamérica lo
conocen más por esta parte de su carrera que por sus películas. Tras el
golpe militar de 1976 en Argentina, que acabó con el Gobierno de Isabel
Perón, Favio se exilió en Colombia y se dedicó a dar giras musicales por
la región. En tierra colombiana conoció a su segunda esposa, Carola. La
primera, la actriz María Vaner, se había marchado en 1974 de Argentina a
España junto a los dos hijos del matrimonio porque ella estaba
amenazada por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), fuerza
paramilitar del peronismo de derecha.
Favio regresó a su país en 1987. Su último largometraje, Aniceto,
relectura en clave de ballet cinematográfico de su clásico de 1966,
arrasó en 2007 con los Cóndor de Plata, las distinciones de la crítica
de cine de Argentina. Identificado con el peronismo de los Kirchner,
rodó en 2010 un cortometraje, La buena gente, por el festejo del bicentenario de su país.
fuente: El Pais