Isabel Dorado Auz
Desde hace bastantes años, las acciones u omisiones de
los gobiernos, en todos los niveles, huelen a corrupción. Pareciera que nos estamos
acostumbrando a esta cultura y que terminaremos por ver normal que los políticos se hagan ricos en unos
cuantos años, aunque
el pueblo se siga empobreciendo cada día más.
Se dice, por ejemplo, que el
derrame de tóxicos que
provocó la
contaminación del Río Sonora, pudo haberse evitado
con una inversión de unos
40 millones de dólares. Si
las autoridades ambientales hubiesen actuado correctamente fiscalizando el
funcionamiento de los represos de la minera Buenavista del Cobre, tomando en
cuenta la denuncia previa hecha por la Sección 65 del sindicato minero, se hubiese evitado el peor desastre
ecológico
ocurrido en la entidad en toda su historia. Hoy se habla de un fideicomiso por
dos mil millones de pesos para remediar el daño, aunque seguramente será insuficiente para afrontar las graves pérdidas sufridas por los habitantes del Río Sonora, sin dejar de lado la enorme afectación a la ciudad de Hermosillo al
contaminar la principal presa que surte el agua necesaria para el consumo
humano de la capital del estado.
La ambición desmedida por obtener ganancias
al más bajo
costo nos está generando
una serie de tragedias que parecieran normales por su recurrencia. Previamente,
en Pasta de Conchos murieron un gran número de mineros por la misma razón, falta de inversión para garantizar la seguridad de los mineros; y no debemos
olvidar, que esa misma falta de inversión provocó la
tragedia de la Guardería ABC, al
margen de si el incendio de la bodega de la Secretaría de Hacienda estatal fue intencional o no. El caso es que todas
estas tragedias tienen un denominador común, la complacencia de los funcionarios públicos, quienes paradójicamente no son llamados a cuentas y quienes terminan pagando el
pato son los trabajadores, porque en su mayoría se ven obligados a acatar indicaciones no muy correctas para
preservar su fuente de trabajo.
Más grave aún, es la
especie de mordaza que recae en las instituciones de educación superior, donde se cuenta con
el equipo técnico
necesario para hacer los análisis
respectivos pero cuyos investigadores se encuentran entre la espada y la pared.
Esto es, si asumen una actitud crítica, lo cual sería su responsabilidad, corren el riesgo de no obtener recursos públicos para futuras
investigaciones. No solo eso, cuando una investigación aporta datos interesantes solo se publica en revistas científicas de mínima circulación y los medios de comunicación, al servicio del capital
privado, no difunden estos hallazgos científicos. Por eso, no sorprenden las declaraciones de Heriberto
Grijalva, rector de la UNISON, al afirmar que el problema de contaminación del Río Sonora no es nuevo, aunque poco se ha hecho desde el alma mater
con los hallazgos de sus investigadores.
Mientras tanto, “nuestros políticos” siguen haciendo circo maroma y teatro para entretener a los
ciudadanos que habrán de votar
el próximo año. Se preparan las despensas y
las tarjetas de los supermercados para “apoyar” a los más desprotegidos y de paso “comprar” el voto en el próximo proceso electoral. Se promueven fundaciones con el nombre del
futuro candidato y las “instituciones” siguen cumpliendo con su “deber” de proteger los intereses de unos cuantos.
La corrupción ha vuelto cínicos a los políticos y esa estructura mafiosa
que han conformado los partidos ha propiciado que la impunidad siga reinando en
nuestro querido México.
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