No solo café /Azalea Lizárraga C
Muy difícil la tienen los panistas “de a pie” en esto de tener que elegir al dirigente estatal que tome las riendas del partido para recuperar el orgullo de ser panista, separándolo de los errores y omisiones generados por aquellos que llegaron al poder en el pasado inmediato con la etiqueta del blanquiazul y que lograron producir quebrantos y descalabros considerables al partido; agrupar a los diversos grupos que en el seno del partido coexisten; y, de paso, convertirse en una oposición libre y responsable que vuelva a anteponer el bienestar ciudadano y el crecimiento socio-económico del estado por sobre todos los intereses que suelen emerger cuando el poder, el dinero y la política se entremezclan en la vida.
Y menciono que habrá dificultades porque cuando no se es militante de cepa y cachucha, los que por simpatía o conveniencia –como suele suceder- se adhirieron alguna vez al padrón de un determinado partido, en este caso el blanquiazul, suelen emitir el voto influenciado por los liderazgos que sobresalen por su actuar o acciones partidistas que ayudan a la consolidación del mismo y “el bien común”, considerado por mucho tiempo uno de los pilares del panismo. Claro está que también existe el voto al mejor postor, que a la larga solo va minando la vida interna de los partidos. Y ejemplos hay muchos.
Un padrón del blanquiazul que, dicho sea de paso, ha trascendido que se encuentra muy inflado no solo en Sonora sino a nivel nacional y que, según parece, no habrá tiempo de depurar ni de aquí a los próximos comicios del 2018, mucho menos para las elecciones de las dirigencias estatales y/o municipales que en toda la geografía mexicana se estarán realizando para contar con comités directivos que trabajen para fortalecer al partido y emerger con candidatos sólidos y una trayectoria que soporte el escrutinio ciudadano, porque pedir que sea impoluta, sería tanto como arriesgarse a no tener de dónde escoger.
Y en el cambio de estafeta estatal que se está negociando por estos lares en el blanquiazul, vimos emerger primero a un ex secretario de la pasada administración que, cuando menos hasta ahora, no ha sido requerido por actos de corrupción o riqueza inexplicable. Me refiero a Ernesto Munro, que llegó apoyado por algunos liderazgos que hasta los que no somos panistas reconocemos y les adjudicamos cierta trayectoria de honestidad y transparencia en su actuar como servidores públicos, íconos o dirigentes partidistas en su momento. El tache de Munro es haber sido integrante de un gobierno que manchó la imagen del partido y nunca haber cuestionado o alzado la voz contra los excesos del poder y que los sonorenses lamentaremos sus efectos todavía en los años por venir.
Admito que nos tomó por sorpresa una foto que circula de Ramón Corral en apoyo a la candidatura de Munro, por los mensajes subliminales –a lo mejor ya no tanto-, que este gesto manda a los panistas. Y es que Corral, ex candidato a la gubernatura y muchos otros ex en su larga trayectoria, tanto como empresario, funcionario público y actor de la política partidista del blanquiazul, tuvo un papel muy activo y de fuerte respaldo –se consideraba su mentor político- en la campaña por la presidencia municipal de Hermosillo del joven Damián Zepeda Vidales, quien ahora funge como secretario general del CEN nacional.
¿Qué al caso? Pues que en esa línea de simpatías y lealtades que se generan en el ámbito de la política, esperábamos ver a Corral apoyando la candidatura de David Galván, segundo contendiente panista registrado y que con una trayectoria muy productiva dada su juventud y hasta ahorita, sin esqueletos en el closet, se dice viene con la bendición y el acompañamiento que da tener en la dirigencia nacional a Damián Zepeda, con quien ha compartido espacios e ideas en el ejercicio de la política.
Y aunque pocos podrán cuestionar la trayectoria de Galván con algo más que no sea la supuesta “línea del centro”, mucha talacha de convencimiento le espera en los días por venir, porque en su equipo convergen también personalidades que ante muchos sonorenses –panistas y no- son también liderazgos cuestionados y cuestionables, algo que debemos reconocer, salpica por igual a los tres contendientes en la carrera por la dirigencia estatal.
David se visualiza hasta hoy como el que genera mayores simpatías entre la comalada de los jóvenes panistas de hoy; muchos de ellos formados en los valores y preceptos que manejaban de antaño los panistas de viejo cuño, aquellos que lograron darle al PAN la imagen de partido opositor de altura que tuvo por muchos años en nuestro estado; o de panistas que desean ver cambios reales en el partido y que esperan oportunidades y suelos más parejos.
Tampoco puede ni debe descartarse la presencia de Adrián Espinoza en la contienda antes referida. Adrián irrumpió visiblemente en el escenario panista con Guillermo Padrés y se fue perfilando como el emisario del panismo para apoyar contiendas políticas en otros estados. Con muchos asegunes se desapareció un tiempo del estado pero regresó, por lo que usted guste y mande, a una subsecretaría de gobierno. Un joven político sin pelos en la lengua para expresar su opinión y, al parecer, cuenta también con el apoyo de liderazgos reconocidos y muy fuertes en lo estatal y un auto nombrado presidenciable en lo nacional. De ninguna manera es el contendiente más débil. Ya lo verá usted.
Así las cosas, realmente el juego no está decidido para nadie. Más bien se visualiza como un barco en altamar que se inclina para cierto lado según los barruntos de tormenta en el horizonte. Y considerando que es tiempo de huracanes, cualquier cosa puede pasar.
@Lourdesazalea
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