Kiosco Mayor / Francisco Rodríguez
*Anuncia Maloro su promoción
*Es una responsabilidad de todos
*El último artículo de Mónica Arriola
El presidente municipal, Manuel Ignacio “Maloro” Acosta, anunció ayer un reforzamiento en los programas de cultura vial con el fin de tratar de reducir al máximo el número de accidentes de tránsito que comienza a volverse alarmante por las consecuencias fatales. El alcalde asume la responsabilidad que le corresponde al ayuntamiento de brindar eficiente señalización de las vías de tránsito y mejorar la infraestructura, lo cual no es nada fácil porque implica desde reparación de avenidas y banquetas hasta construcción de puentes peatonales.
La autoridad tiene sus obligaciones pero los ciudadanos, como conductores de un automóvil o como peatón, también las tenemos. Es nuestra responsabilidad conducirnos con extrema precaución para evitar al máximo los accidentes, que lamentablemente en la mayoría de las veces es por la irresponsabilidad o del conductor o del peatón.
El exceso de velocidad, el no hacer alto donde corresponde, el pasarse el cruce de calles en semáforo rojo y el uso del teléfono celular para hablar o, peor aún, “mensajear” mientras maneja un vehículo son las principales causas de los accidentes de tránsito en Hermosillo. También el peatón abusa del teléfono celular, me consta, los he visto cruzar la calle sin voltear a ningún lado por llevar el aparato móvil pegado a la oreja o mirándolo fijamente leyendo o enviando mensajes.
La responsabilidad de la autoridad es promover la cultura de la vialidad, mejorar infraestructura y señalización vial y, fundamental, vigilar y sancionar a quienes violan los reglamentos de tránsito que ponen en riesgo la integridad física de las personas. Tal vez a muchos les moleste, pero lo anterior es más importante que perder el tiempo revisando documentos o parar un vehículo porque se le fundió un foco trasero, solo por citar dos ejemplos simples.
Sin embargo, aun cuando la autoridad no cumpliera con su responsabilidad, como ciudadanos debemos protegernos y prevenir al máximo evitar los accidentes. No debemos esperar mirar a un policía para reducir la velocidad. No debemos justificar ir por arriba del límite de velocidad autorizado solo por el hecho de no haber un letrero que lo diga. Basta con ver una escuela para saberlo. No debemos pasarnos el crucero con el semáforo en rojo solo porque vamos tarde a la cita.
Un punto donde sí la autoridad debe poner especial atención es con el transporte público y con los conductores de empresas privadas que no respetan para nada a nadie. Es común ver esos vehículos que transportan dinero, parados en doble fila y los que distribuyen refrescos o cervezas hacer lo mismo.
Otro punto de atención es con los repartidores de comida que lo hacen utilizando motocicletas. Normalmente son jóvenes que arriesgan constantemente su vida porque la empresa donde laboran les exige entregar el pedido en un límite de tiempo muy corto.
Y por si algo faltara, también están los ciclistas que no respetan ni son respetados. Ayer vi a uno que subía y bajaba a la banqueta por el bulevar Rodríguez, desde la calle Veracruz casi hasta llegar al bulevar Luis Encinas, pero además también iba hablando por su teléfono celular.
Es decir, el principal problema es la falta de conciencia de la mayoría de nosotros los ciudadanos para cuidarnos y prever accidentes.
Que bien que el alcalde inicie un plan de promoción de la cultura vial, que bueno que asuma su responsabilidad de mejorar las vialidades y señalización del tránsito, pero nada de eso servirá si los ciudadanos no entendemos que somos corresponsables y por tanto también debemos cambiar. Es por el bien de todos.
ADIOS MÓNICA ARRIOLA
Cada lunes por la noche disfrutaba de sus comentarios que se publicarían al día siguiente. Durante los últimos tiempos fue puntual articulista de kioscomayor. Su opinión aparecía siempre el primer minuto de cada martes. El lunes 29 de febrero su colaboración que debía aparecer el 1 de marzo, no llegó. Era la primera vez que fallaba. Tampoco llegó su colaboración el lunes 7 de marzo ni el 14 del mismo mes. Esa noche falleció la Senadora Mónica Arriola, apenas tenía 44 años. Un tumor inoperable terminó con su existencia. Había logrado vencer un cáncer. Su madre, Elba Esther Gordillo, ya no pudo ver a su hija con vida. La miró fallecida, con el permiso de la autoridad del reclusorio. Descanse en paz Mónica Arriola.
“Política de Honor”, es el título del último artículo que escribió Mónica Arriola y se publicó enwww.kioscomayor.com
Política de honor
Mónica Arriola
“El honor es la poesía del deber” (Alfred De Vigny)
Señales que son advertencias, avisos ignorados que se convierten en tragedias anunciadas. Reproches que suenan a chantajes, indefiniciones que condenan las respuestas y declaraciones que desechan argumentaciones y se concentran sólo en justificaciones.
Señales de un México dolido, abandonado y dividido. Señales de un México que nos recuerda también la fuerza de sus ciudadanos, de quienes encuentran en el conflicto una oportunidad para resolverlo y no para desconocerlo.
Señales que advierten la falta de imaginación de la política mexicana, de una política supuestamente renovada en sus formas pero totalmente cansada en sus fondos. Señales que se pierden entre la demagogia y la soberbia, entre la omisión y la indecisión. Señales de una política de reflector que se refugia en el histrionismo y que se contagia del cinismo, de una política que pierde el tiempo en el discurso y pierde la fuerza en el insulto.
Así, los momentos de grandeza política se ven vulnerados por la pequeñez con que se asumen las responsabilidades públicas. Las soluciones parecen ilusiones que, al no encontrar su destino, se pierden en el camino de las excusas. Ilusión democrática que engaña a quienes la presumen y desdeña a quienes la resumen como un mero acto de proselitismo y populismo.
Nuestra política no puede representar el vacío institucional, no puede ser espacio de los buenos deseos, pero al mismo tiempo de los malos resultados. Nuestro sistema político no puede basarse en la descoordinación de poderes, por el contrario, debe de incentivar la cooperación entre ellos. Por esto, es indispensable una reforma política que reconozca la participación ciudadana, que eficiente los procesos legislativos y que le otorgue vigencia a un Estado de derecho que se ve vulnerado cada vez que la ley es puesta al servicio del mejor postor.
Cuando la política se hace ajena a la verdad pierde el valor para sostener con hechos lo que promete con la palabra, pierde la capacidad de hacer modificaciones sustanciales que de verdad satisfagan la necesidad de la pobreza, de la marginación y de la exclusión. Si la política carece de legitimidad, carece de integridad, carece de perspectiva para construir acuerdos consensuados con la sociedad y entre todas las fuerzas políticas.
Dejar a la política sin honor es dejarla sin cualidad moral para actuar de acuerdo con las normas establecidas, de forma justa y diciendo la verdad. El honor político exige no sólo la moral, sino la sensatez, exige prudencia para gobernar, decencia para legislar con sentido social, exige generosidad, exige diálogo entre gobierno y ciudadanía.
El honor político no se construye en la ambigua relación con la legalidad, en donde se suspenden o ignoran las normas cuando el interés personal lo exige. La política se honra cuando se validan instituciones representativas y no cuando se simulan mediante ilusiones interpretativas.
Nuestra política falla cada vez que vemos a más migrantes muertos, cada vez que son civiles las víctimas de ejecuciones. Falla porque mientras se incrementa la pobreza se retrasan las reformas; falla cuando la acusación vale más que la deliberación; falla cuando la exigencia ciudadana es contenida por la resistencia política.
La política de honor mantiene un orden jurídico estable y eficiente; entiende que su función es la conciliación de intereses divergentes; sabe que no sólo debe haber justicia, sino que debe ser evidente que la hay y que se hace cumplir.
La política de honor sabe que no puede solucionarlo todo, pero también entiende que nada puede estar completamente al margen de ella. La política que se ejerce con honor no se refugia en el reflector privado a costa de la miseria pública, no puede consentir la complicidad para disfrazar la mediocridad.
La política se honra desde su palabra, desde su origen; se honra cada vez que la miseria y la violencia duelen; se honra cuando asumimos que la política no sólo es poder, sino también deber…
Gracias, padre.
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